DIARIO DE MOOREA

La voz del mar es huésped de pensamientos, testigo de recuerdos traídos a la orilla por la brisa.

A veces, las sensaciones hundidas emergen con la marea alta para acariciar nuestra mente como la sal se deposita en la piel.

Cada grano de arena se ha levantado del abismo y vuelve a brillar.

Un rayo brillante escribe renacimiento en mi alma mientras el horizonte de cielo y mar se funde con un azul infinito.

El sol se pone lentamente, baja a tus ojos azul cobalto y roza tu piel con un beso. Eres luz sobre el agua, iluminas la playa vacía y ya no sé si observo tu belleza o comprendo su esencia más escondida. Realmente no necesitamos lo superfluo aquí, solo necesitamos una sonrisa y sus colores para levantar nuestros pensamientos y hacerlos más ligeros.

El espíritu de libertad es ruidoso, grita alegría y huele a alegría. Llevas su aroma con tus queridas flores blancas, esos pétalos tan brillantes y tan narcóticos que te envuelven mientras te bañas.

Tiaré entre tus cabellos sin olvidar el Narciso que te conecta a tu jardín, tu tierra amada que siempre llevas contigo. Transformas tu piel en un velo voluptuoso y te conviertes en una presencia magnética, un aura hipnótica que camina por las costas de Moorea.

En esa pequeña bahía a la que solíamos ir, no podemos sino respirar la brisa de la inmensidad y admirar el idílico retrato del que formamos parte.

Solo quédate.