Desde que Aimè Guerlain creó Jicky en 1889, ningún perfumista había hecho algo tan radical con la lavanda. Antonio Gardoni toma la hierba soleada de su entorno de huerta y la pasa por arcilla, madera, minerales, azúcar quemada y cera para que emerja una nueva forma, como acero forjado por los elementos. MEM contiene todas las firmas distintivas de Bogue, pero representa un claro paso adelante en complejidad incluso desde la obra maestra que es Maai.

MEM se abre con una nota de lavanda oscura que huele menos a hierbas frescas y más a arcilla y cèpes. La luz del sol pronto llega en forma de lúpulo, malta tostada y la efervescencia de la cerveza clara de los aldehídos, elevando el aroma de su apertura rica en humus. El azúcar chamuscado del etilmaltol carameliza la lavanda, creando un acorde fantasmal de fruta como el contenido oscuro y casi calcificado de un tarro olvidado de mermelada de durazno. Pero tan pronto como la mente se adapta a este acorde, MEM cambia de nuevo, esta vez a un rico corazón floral de jazmín, rosa e ylang ylang que sacrifica la belleza por las facetas más interesantes de la cera, la gasolina y el caucho. El sándalo indio con su lechosidad de trigo y la madera de cedro del Himalaya con su nota persistente de humo de madera trabajan en tándem para facilitar las notas florales y aromáticas en la base. El secado, que es fuerte y hermoso, teje el polvo dulce del incienso apagado en la base animálica, salada y almizclada de un fougere de barbería.

MEM no es un perfume que se preste a una interpretación fácil, recompensará cien veces tu paciencia. En cuanto a quién puede llevarlo, MEM es una especie de quimera: unas veces parece masculino, otras femenino. Hermosa, quijotesca y memorable, creemos que esta es la perfumería artesanal en su forma más atrevida.